miércoles, 5 de febrero de 2014

Escapo del monstruo más grande.

Escapo, como cada día, de los susurros que me dicen que he muerto, de las voces que gritan que el final pasó, y que no queda nada de antes. Pienso, a veces demasiado en las cosas sin sentido que imperan en el mundo cruel que nos sumerge. Las modas, tendencias, lo que hacen las ovejas, discotecas, alcohol para perder el sueño, energía extra, que enlatada llega a nosotros.
No me fío. No me fío nada de este mundo cruel que a cada paso me engaña, no me fío de la legalidad vigente, de la realidad aparente, no me fío ni de mi propia sombra. Veo accidentes, veo muerte, y los demás solo ven casualidad. Pero yo lo veo claro, es el engaño el que mata, sustancias, hábitos los que causan enfermedad, fumar, drogas, todo parece normal, todo es sano en su medida, pero ¿cual es esa medida? Quién la sabe... Apenas dos caladas y tu adicción es tal que te cuesta demasiado dejarlo, hasta que se vuelve imposible. Así pasa con todo, primero le temes, luego te das cuenta de que no es para tanto, y finalmente acaba siéndolo. Pero entonces ya es tarde, ya no hay marcha atrás. Jugaste con tu cuerpo y lo rompiste, tu cerebro ya no sabe qué pensar, tu corazón ya pierde hasta el compás, embriagado en tanta perturbación, tu cuerpo entero pierde poco a poco facultades hasta convertirse en basura, desecho de la sociedad que lo ha tragado, inservible, como queda todo lo que engulle el mundo moderno.

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