lunes, 24 de febrero de 2014

Preso.

Todo estaba oscuro en aquella habitación. Caminé dos pasos hacia el muro, pero nada, estaba encerrado, preso en aquella cárcel sin luz. Si apenas se dejara ver un poco el exterior... En aquel instante sentí un pálpito y me giré de repente. La misma pared de siempre. Me acerqué. ¡Qué desilusión!, creí haber hallado algo sin tan siquiera mirar. Iluso.
Entonces me acerqué más a la piedra fría que acababa de decepcionarme. Observé con cuidado. No me atrevía a tocarla, por si acaso, suponía que era fría pero realmente no lo sabía. Y mientras observaba minuciosamente resbalé y la toqué. Una sensacion extraña me invadió cuando sentí el calor de la piedra en mi mano. Un calor cercano y protector. Era como si ocultara calor al otro lado. Y lo deseaba. Deseaba ese calor, y aquellos muros no me permitían llegar a él... Entonces pensé. Busqué, palmo a palmo una pequeña grieta, algo donde aferrarme a mi libertad. Y al fin lo encontré. Escondida en una esquina, una pequeña fisura. Poco a poco, fui agrandandola, años despues la griera se había convertido en un pequeño agujero, cada vez más grande. Hasta que llegué al final. En ese momento toda la estructura cúbica explotó hacia fuera sin apenas notarlo. Fue un segundo. Sólo un segundo pude disfrutar mi libertad. Un segundo en el que maldije mi afán por ser libre. Después, ardí en el sol, y me hice cenizas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario