miércoles, 5 de septiembre de 2018

Un paréntesis.


Reposa en calma el tiempo entre tus ramas tras el jolgorio que enmudecía a la rutina de las calles desiertas y las ventanas cerradas. Las cadenas que ayer mecían a las generaciones más jóvenes solo bailan ya sutiles a merced del viento, ese mismo que corre entre tus dedos, entre las hojas lejanas de los chopos que acompañan al sonido de los pájaros que sobre ti se posan. Las viejas porterías no encajarán ya más balones en los meses venideros, ya no sentirá la tierra las pisadas fuertes y enérgicas, ni escucharán las piedras los gritos de rabia y risa.

Tus ramas volverán al sosiego de los días que preceden al otoño y todo aquello quedará congelado, suspendido en el invisible vaho de la rutina de puertas cerradas y calles vacías, esperando que alguien al menos se acuerde de regresar, y volver a hacer sonar las campanas de la iglesia, y vivir esos días de júbilo en los que vuelven a estallar las carcajadas, los corros en el césped, los derrapes de las bicis, los balones en el poste y en los que el silencio solo es un paréntesis en el recuerdo lejano.