sábado, 1 de octubre de 2016

El epílogo del placer.

A veces la mente se esconde en los susurros inadvertidos del pensamiento, y observa cautelosa la sangre en las heridas, intentando prever que sucederá después. El imparable corazón bombea más de ese líquido vital, enviándolo más allá de su alcance. El metafórico escenario se transforma en punzantes dolores, dolores reales que uno siente en lo más profundo de su ser. La desdicha se apodera del cuerpo desganado que entonces comienza a vagabundear por los corredores de su existir. El recuerdo llega, reviven los momentos grandiosos, reavivan una llama que, para empezar, nunca debió estar allí. El candente fuego comienza a quemar, a romper las cuerdas que ataban nuestra moral, que mantenían lo poco que uno es. La miseria desborda el recipiente maldito y converge con el resto de nuestro universo, manchándolo de negro.
Son instantes que todo el mundo vive, que todo el mundo sufre, muchos en silencio.
Maldito placer que hace que el dolor se materialice, maldito dolor que desborda siempre al placer y le da la vuelta. Maldito ser humano, que solo ve lo que tiene delante, y se deja llevar. Maldito cuerpo inútil que siente dolor al golpearse, maldito espíritu inútil que siente dolor al ser golpeado.
Maldito momento en que uno decide dejar de sentir.


lunes, 21 de marzo de 2016

Por fin.

He vagado por las frías calles del invierno y he visto la nada desahuciandolo todo. El solo espíritu de las almas que una vez creyeron que el azar era algo más que la más sórdida casualidad, corría inmóvil sobre la gruesa capa de hielo que aislaba el Cielo de la Tierra.
He sucumbido en pequeñas dosis al letargo de mi agonía, que se manifiesta día y noche en las pupilas de mi existencia. Solo yo. Solo solo. Solamente. He visto en los cristales la fina pátina de la vejez, el fino hilo de vida que algún día acabará también cayendo, subiendo al exterior, vencido por los golpes y el maltrato de un dueño que no cesa.
Pero al final es la esperanza, que siempre llega como un gran aluvión que todo lo arrastra, que a todo lo muerto excita, y a todo lo vivo invita a volver a renacer, la que llega presurosa en una pequeña bola de cristal, como advirtiendo un futuro mágico, una bienvenida carnal en un mundo de sentidos. Un estallido de una bomba que grita en su interior.
Por fin.

martes, 9 de febrero de 2016

En mí mismo.

Existe un pequeño lugar, un minúsculo espacio envuelto en misterio en el que el corazón alberga esos sentimientos que nunca se borran. Esa mirada que te dejó ciego, esa voz que calló tus palabras.
El cariño recibido, para bien o para mal, existe por siempre en nosotros. Pertenece a ese pequeño rincón del alma donde una vez estuvo la inocencia, que es lo único que de ese espacio puede salir antes o después.
Cada vez que lo pienso lo tengo más claro. Cuanto más intento olvidar esos sentimientos más se aferran a mis sentidos, confundiéndome. ¿Es que acaso no existe una cura para el recuerdo?
Corro, salto, vuelo,... vuelo tan alto que el mundo entero me parece una mota de polvo en un universo que sopla haciéndola girar. Pero incluso desde allí arriba puedo ver en esa mota de polvo una humanidad que se ahoga, y entre toda esa gente, esa pudredumbre de lo que ellos llaman progreso puedo ver a una persona agena a todo, que tan solo quiere encontrarse a sí misma en una sociedad que la etiqueta a cada paso. Y me siento culpable, porque el corazón me impide ser imparcial y dejar que esa persona se equivoque. Me siento tan mezquino, tan desgastado por mis propios argumentos, que ya no sé si estoy haciendo lo correcto tratando de borrar lo imborrable. Tratando de ocultar lo que forma parte de mí. Porque por mucho que me oculte del mundo yo seguiré en mí, seguire aquí, viendo desde el infinito la finitud de los sentimientos.

viernes, 15 de enero de 2016

Amnesia

Cuando la noche envuelva las calles en pequeñas gotitas de cristal, y el color se oculte presuroso bajo la luz de las farolas, cuando los cuatro rayos que guían el camino de los hombres bailen bajo el hechizo de la infame locura que algún día lo abordará todo, cuando el olvido se apodere de mi mente, y mis recuerdos huyan despavoridos lejos de mí, y ya no sepa mi nombre, ni tu nombre, y ya no sepa saber, quiero al menos poder recordar en la retina de mis ojos tus ojos, y sentir cada vez que te vea esa sensación de estar en casa, sin tan siquiera saber realmente si existe un hogar para mí.