martes, 9 de febrero de 2016

En mí mismo.

Existe un pequeño lugar, un minúsculo espacio envuelto en misterio en el que el corazón alberga esos sentimientos que nunca se borran. Esa mirada que te dejó ciego, esa voz que calló tus palabras.
El cariño recibido, para bien o para mal, existe por siempre en nosotros. Pertenece a ese pequeño rincón del alma donde una vez estuvo la inocencia, que es lo único que de ese espacio puede salir antes o después.
Cada vez que lo pienso lo tengo más claro. Cuanto más intento olvidar esos sentimientos más se aferran a mis sentidos, confundiéndome. ¿Es que acaso no existe una cura para el recuerdo?
Corro, salto, vuelo,... vuelo tan alto que el mundo entero me parece una mota de polvo en un universo que sopla haciéndola girar. Pero incluso desde allí arriba puedo ver en esa mota de polvo una humanidad que se ahoga, y entre toda esa gente, esa pudredumbre de lo que ellos llaman progreso puedo ver a una persona agena a todo, que tan solo quiere encontrarse a sí misma en una sociedad que la etiqueta a cada paso. Y me siento culpable, porque el corazón me impide ser imparcial y dejar que esa persona se equivoque. Me siento tan mezquino, tan desgastado por mis propios argumentos, que ya no sé si estoy haciendo lo correcto tratando de borrar lo imborrable. Tratando de ocultar lo que forma parte de mí. Porque por mucho que me oculte del mundo yo seguiré en mí, seguire aquí, viendo desde el infinito la finitud de los sentimientos.