viernes, 16 de mayo de 2014

Ruido.

Ruido. Ruido por todas partes, ruido sordo, ruido frío. Allá por donde escuche oigo ruido. El ruido de un mundo que se retuerce, que se mueve, que grita, que ríe. Ruido. Al final todo es ruido. A veces me pregunto cómo sería el silencio, mientras el ruido me envuelve en su manto turbio. A veces cierro los ojos, imagino el silencio. Lo invento, porque nunca lo he llegado a escuchar. Entre tanto ruido nunca he llegado a escuchar el silencio. Ni en el fondo de mi cuarto, ni en el interior de mis sueños, ni en la soledad más absoluta escuché el silencio. En todo momento mi mente hace ruido... Por muy solo que estuviera, oía mis propios pensamientos, ruido al fin y al cabo. Supongo que el silencio está más asociado a la muerte de lo que pensaba. Me gustaría saber cómo es el silencio, pero es algo que nunca podrá ser, el ruido es parte de la vida. Supongo que tendré que aprender a vivir con él, a interpretar el ruido. El ruido no sólo es ruido, es más que eso, es sonido, acordes, música, la música es ruido, pero es bella, no todo el ruido es sólo ruido, también hay armonía. Cuando un ruido se une con otro ruido, y otro más, de una forma tan perfecta que deja de ser sólo ruido, se convierte en música, y la música en sentimientos.
El ruido, abstracto vibrar del mundo a nuestros pies, de nosotros mismos, que se disfraza con miles de formas, de figuras. Todo nace del ruido, del zumbido de las almas que caminan, el amor, el dolor, el éxtasis, todo es ruido, todo nace del ruido, que se deforma, se moldea y se transforma, que da vida a la vida que le da vida. Porque sin vida el ruido no sería, no existiría, sin vida, el ruido sería silencio. El ruido es la fuente de todo, el ruido es vida, la vida es ruido, una doble igualdad que da forma a este mundo pálido y cansado. Pálido porque el ruido ha perdido su belleza, cansado porque la vida ha perdido su fuerza. Pero yo creo en el ruido de los corazones, en el ruido noble de la gente noble, la gente buena, confío en que latan más fuerte, montando un gran alboroto de sentimientos, que griten que quieren vivir, que quieren sonreír, que sean fuertes. Confío en el ruido de nuestro espíritu, ese ruido que va más allá de los sentidos, que hace vibrar al mundo cuando florece, el ruido que traspasa las almas, que aviva los corazones, el ruido que da vida, el ruido del amor.